Exageraría un poco y diría "cientos" para agregar efecto, pero más de una decena fueron seguro: amigos, lectores, colegas y demás allegados coincidieron en estos días en mandarme por mail la ya famosa
nota del New York Times sobre Cumbio, instándome a hacer algo con ella. Y sin duda era buen material, porque no hay nada más pop que la vida de esta chica en este momento, pero en vez de dispararme uno de los divagues habituales, la noticia le sumó una ficha más a una teoría que vengo amasando desde hace un tiempo y que hoy quiero compartir: la del Triunfo del No Mérito, otro mal moderno.
La cuestión es así: gente poco valiosa, torpe, insignificante, inútil o llanamente idiota que de todos modos triunfa hay desde siempre. Desde actores con la expresividad de un cascote hasta músicos que llenan estadios con múltiples combinaciones de las palabras "nena" y "rock", los artistas (o pseudo, si hilamos fino) que gustan pese a sus evidentes limitaciones existen desde tiempos inmemoriales y hay que tolerarlos aunque nos den urticaria, porque es materia subjetiva. Pero la cosa cambia cuando no hablamos de gente que tiene fama y fortuna pese a sus escasos méritos, sino precisamente debido a no tenerlos. "En la Argentina, una cámara y un blog hacen una estrella", se titula la nota del NYT. ¿Son dos implementos tecnológicos, externos a ella, los únicos artífices de la repercusión de Cumbio? Y si no son esos, ¿cuáles son? ¿Qué sabe hacer Cumbio?
Cuando llamo "teoría" al Triunfo del No Mérito es porque no se aplica únicamente a ella. En los últimos años los medios se llenaron de personajes que todos coincidimos en señalar como banales y que tienen pantalla o micrófono (y viven mucho mejor que varios de nosotros, claro está) precisamente gracias a eso. Marley, por ejemplo, es el tipo que come bichos sin chistar, lloriquea por pavadas, se equivoca al hablar y se tropieza con las cosas: hizo una carrera de la exhibición de su poco vuelo. Karina Jelinek y Belén Francese, en tanto, trabajan de tontas (y a los que argumenten que al menos están buenas… hay muchas que están buenas, pero a estas dos las llaman constantemente de sendos programas para "entretener" a la audiencia haciendo hincapié en su belleza imbécil, ¿me explico?).
De modo que todos sabemos que Cumbio es una chica con fotolog… y punto. Más aún: es la cara visible, el ejemplo número uno de un grupo que no basa su identidad en ideales u objetivos, sino en el exhibicionismo vacío, el narcisismo y la necesidad del elogio de los pares (¿para qué sirve un flog, si no?). No es difícil, entonces, adivinar por qué los adolescentes como ella están encantados con su figura: su fama es lo que ellos mismos persiguen desde su fotolog, pero a la décima potencia. ¡Salir en el New York Times es como tener dos millones de firmas en cada foto! Si uno basa su existencia en valores tan chatos, ¿cómo no admirarla?
¿Y cómo llegó ahí? Porque los medios descubrieron un pequeño personaje pintoresco sin mensaje y lo elevaron mostrándole al mundo una y otra y otra vez su falta de sustancia. A todos nos llama la atención, o nos despierta morbo, la chica andrógina de peinado raro y sin mucho que decir. ¿Y qué hacemos? Hablamos tanto de su No Mérito con actitud de señora pituca indignada, que la popularizamos todavía más. Y los dueños de boliches no quieren inteligencia sino fama, y le pagan mil dólares por un acto de presencia (lo dice en la nota). Y a las marcas tampoco les importa la profundidad sino la imagen, y la contratan para sacarse fotos haciendo nada con zapatillas carísimas. Y ahí la cosa pega la vuelta, y la chica ya tiene admiradores por el sólo hecho de salir en la tele y ganar plata. ¿Alguien dentro de esa cadena de medios, empresas, cholulos y público en general pensó que Cumbio tenía algún mérito para estar ahí? No, más bien todo lo contrario: estamos seguros de que no lo tiene, y eso por algún motivo nos encanta. Y cuando se desata el buzz, pararlo lleva tiempo, mucho tiempo…
También cabe aclarar que no es con ella el problema: cualquiera, tenga algo que decir o no, se subiría al tren de los medios de tener la oportunidad. La cuestión es más filosófica si se quiere: que el No Mérito se vuelva un mérito en sí mismo. Que los floggers nos parezcan tan "absurdos", "ridículos" y "huecos" (nótense las comillas: estoy tratando de reflejar el pensamiento medio) que no podamos dejar de hablar de ellos, ensalzando accidentalmente su liviandad para terminar garantizándole exposición (y fama, y dinero…) a su "líder", una chica que no hace nada en particular, más que sacarse fotos y subirlas a su flog.
Sí, ya sé: yo también estoy hablando de ella, y vivo ocupándome de gente de consideración dudosa en este blog. No obstante, todo tiene su lugar y su importancia: si tenemos en mente algo más que la novedad y el run run vacío, estas celebridades no pasan de ser objetos de risa, indignación o morbo efímeros, porque Paris Hilton puede pertenecer a Pop Life pero no al noticiero de la tarde ni a un libro, ni mucho menos ser ídola de nadie. En días en los que una sarta de irresponsables con prensa salen a pedir el regreso del servicio militar como forma retorcida de educación, vale plantearse cuánto más provechoso sería enseñarle a chicos y grandes a desarrollar precisamente esto: el juicio crítico. Así, en una sociedad que valorara cada tema y cada personaje por su mérito real, la relegación de Cumbio y otros especímenes similares al lugar que verdaderamente le corresponde sería apenas un logro mínimo dentro de los muchos que tendríamos a mano.
Fuente: tomado de
Rolling Stone, autor: Diego Mancusi.