viernes, 31 de octubre de 2008

Cuando los ojos se apagan



Los ruidos de carros de una feria, los animales de la selva, las olas de mar, el viento, el café de la oficina y la bocina de los barcos. Todo esto se puede percibir sin utilizar el sentido de la vista en la obra La isla desierta, de Roberto Arlt, puesta en escena en el Centro Argentino de Teatro Ciego por el Grupo Ojcuro, en el que participan tres personas no videntes.
“Cuando un sentido se apaga, los otros crecen”, expresa Gerardo Bentatti, protagonista de la obra y productor del Grupo Ojcuro. Durante setenta y cinco minutos, el público no podrá recurrir a la vista, ya que la obra transcurre en la oscuridad.
Bentatti conoció la modalidad de teatro ciego –así es como se llama a las obras realizadas a oscuras- luego de trasladarse de su ciudad natal, Bigand, provincia de Santa Fe, a Buenos Aires. “Me mudé para estudiar teatro en la escuela de Raúl Serrano. Participé de un encuentro internacional de teatro, donde conocí la obra Caramelos de Limón, que se realizaba en la oscuridad”, dice Bentatti. Además, señala: “El teatro ciego me atrajo por la manera en la que se podía trasladar al espectador a distintos lugares, como el mar y la selva, con olores y sonidos básicamente”.
La isla desierta sucede en una oficina, donde varios empleados sufren la monotonía de su trabajo, a lo que se suman los ruidos del puerto de Buenos Aires. Entonces, el empleado de limpieza, el cordobés Cipriano, comienza a contar historias, en las que introduce a sus compañeros.
“La obra es una farsa dramática. Con mi personaje Cipriano, rompo el drama y tomo a mis compañeros en un puño, hasta que los llevo a hacer un desastre, al punto de que los echan de la oficina”, explica Bentatti.
En la puerta, los espectadores se forman en grupos para ser guiados hasta la sala. “Al principio, el público es escéptico porque no sabe qué le espera. Pero sale del espectáculo maravillado”, asegura Bentatti.
Al prenderse la luz al final de la obra, el público descubre el escenario, pero sobre todo, a los personajes. Tres de los ocho actores son no videntes. “Cuando empezamos a trabajar sobre el texto, surgió la idea de invitar a gente no vidente. Entonces, empezamos a preparar en la actuación a un grupo de no videntes de la Biblioteca Argentina para Ciegos”, indica Bentatti.

Georgina Agosta